En la actualidad, los agricultores de todo el mundo se enfrentan a una doble amenaza que pone en jaque la estabilidad de los sistemas productivos: la aparición de nuevas plagas exóticas y el aumento de resistencias a productos fitosanitarios. Este fenómeno no solo compromete el rendimiento de los cultivos, sino que también eleva los costes de producción y acelera la necesidad de soluciones sostenibles.
Resistencias: una evolución silenciosa pero implacable
Cuando se utilizan de forma repetida los mismos insecticidas, herbicidas o fungicidas, las plagas (insectos, hongos, bacterias, etc.) pueden desarrollar mecanismos de defensa que les permiten sobrevivir a las aplicaciones. Esto se conoce como resistencia, y con el tiempo, las poblaciones resistentes sustituyen a las susceptibles. Algunas de las especies más problemáticas en este sentido son la mosca blanca (Bemisia tabaci), el trips occidentales (Frankliniella occidentalis) o la tuta absoluta (en tomate), así como ciertos hongos del género Botrytis o Oidium.
Este fenómeno no solo ocurre en insectos, sino también aparece en malas hierbas resistentes a herbicidas como el glifosato, lo que agrava el problema del manejo agronómico.
Nuevas plagas: especies invasoras en expansión
La globalización y el cambio climático han facilitado la entrada y establecimiento de especies que antes no estaban presentes en determinadas regiones. Un caso reciente y alarmante es el del trips sudafricano (Scirtothrips aurantii), detectado por primera vez en España en 2024. En tan solo unos meses, esta plaga se ha extendido por más de 300 municipios de la Comunidad Valenciana, afectando seriamente a cultivos cítricos, de caqui o incluso al ganado.
Este tipo de plagas suelen tener pocos enemigos naturales en las zonas recién colonizadas, lo que favorece su rápida propagación.
Soluciones: hacia un manejo integrado y sostenible
Para hacer frente a estos retos, es imprescindible adoptar un enfoque basado en el Manejo Integrado de Plagas (MIP), que combina diversas estrategias para reducir la dependencia de los tratamientos químicos:
- Rotación de materias activas fitosanitarias con diferentes mecanismos de acción.
- Uso de feromonas, trampas y monitoreo continuo para detección temprana.
- Fomento del control biológico, mediante la introducción o conservación de enemigos naturales.
- Tecnologías innovadoras, como coberturas reflectantes o sistemas de visión artificial para detectar daños.
Apostar por una agricultura más inteligente y sostenible es clave para proteger los cultivos del futuro. Solo a través de una gestión responsable y preventiva será posible frenar la expansión de resistencias y nuevas plagas.