¿Cómo aumentar la producción sostenible de alimentos en un clima cada vez más cálido y seco, para una población en constante crecimiento, protegiendo al mismo tiempo el suelo?
A lo largo del siglo pasado, los avances en tecnología agrícola han permitido a los agricultores alimentar a una población humana en constante crecimiento, lo que ha contribuido a un enorme deterioro de la salud del suelo.
Una definición de la salud del suelo citada con frecuencia procede de Doran et al. (1996): ‘[la salud del suelo es] la capacidad continuada del suelo de funcionar como un sistema vivo vital, dentro de los límites del ecosistema y del uso de la tierra, para sostener la productividad biológica, mantener la calidad del aire y del agua y promover la salud de las plantas, los animales y los seres humanos’. Esta definición representa una integración de los ámbitos biológico, físico y químico (Idowu et al., 2008), lo que refleja el énfasis que se ha puesto recientemente en el suelo como sistema vivo.
Según los Servicios de Conservación de Recursos Naturales del USDA (USDA Natural Resources Conservation Services (NRCS)) “el suelo no es un medio de cultivo inerte es un recurso natural vivo y vivificante. Está repleto de miles de millones de bacterias, hongos y otros microbios que constituyen la base de un elegante ecosistema simbiótico”. Para un agricultor, la salud del suelo está directamente relacionada con el rendimiento de las plantas, pero tiene otras ventajas. Los suelos sanos producen alimentos más nutritivos y dan a las plantas mayor resistencia a plagas y enfermedades. Los suelos sanos también retienen más agua, poniéndola a disposición de las plantas cuando las precipitaciones son escasas, o absorben más durante las lluvias torrenciales, evitando las inundaciones y la escorrentía de nutrientes vitales de los campos.
En la mayoría de los ecosistemas, hay más vida y diversidad bajo tierra que sobre ella. Los organismos del suelo como bacterias, hongos, protozoos, nemátodos, artrópodos y lombrices desempeñan funciones críticas como la descomposición, la mineralización, la degradación de contaminantes y el ciclo del carbono y el nitrógeno, entre otras. La rizosfera es donde se desarrolla gran parte de la actividad biológica del suelo y de las interacciones entre plantas y microbios, incluidas las simbiosis. Los tipos de especies presentes y su nivel de actividad dependen de las condiciones microambientales, como la temperatura, la humedad, la aireación, el pH, el tamaño de los poros y los tipos de fuentes de alimento.
La dinámica de las plagas de las plantas depende del conjunto de organismos presentes en el suelo. Algunos organismos depredan o compiten con los organismos causantes de enfermedades. Algunas bacterias liberan factores de crecimiento vegetal que aumentan directamente el crecimiento de las plantas.
Entonces, ¿cómo podemos aumentar la producción de alimentos de forma sostenible para los seres humanos y el medio ambiente a la vez que protegemos la salud del suelo?
  • Midiendo la calidad del suelo: propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo.
  • Minimizando las alteraciones del suelo como los cultivos y devolver los residuos vegetales al suelo ? reconstruyendo las reservas de materia orgánica del suelo, evitando la liberación de las partículas del suelo, aumentando la biodiversidad y la bioactividad, protegiendo la red creada por los hongos micorrícicos.
  • Reduciendo el uso innecesario de fertilizantes nutritivos mediante el control regular de los nutrientes del suelo antes de realizar las aplicaciones.
  • Cuando se trabaje con organismos biológicos (organismos vivos) para controlar una plaga, tratar una enfermedad o bioestimular la fisiología de las plantas, debe analizarse el impacto en el ecosistema existente. El uso de productos biológicos es diferente a trabajar con productos químicos, cuyas acciones y efectos pueden predecirse más fácilmente. La interacción se produce de forma muy compleja, añadir especies puede provocar el aumento o la disminución de las especies existentes, beneficiosas o no, por lo que pueden producirse efectos impredecibles. Las asociaciones en el suelo cambian con el tiempo y las plantas seleccionan cada vez el mejor microbioma cuando está disponible, por lo que esto debe ser considerado caso por caso para permitir el éxito de los organismos biológicos en el futuro.
  • Cuando se necesiten plaguicidas, es preferible utilizar sustancias menos (eco)tóxicas para evitar su impacto en el microbioma del suelo y en los procesos mediados por microbios que afectan al funcionamiento del suelo.
Necesitamos urgentemente concienciar sobre las buenas prácticas agrícolas, ya que la salud del suelo tiene el poder de mejorar la salud de las plantas, los seres humanos y los animales (concepto “One Health”), de modo que juntos podamos encontrar la mejor manera de beneficiarnos.